Siempre tuve miedo al insomnio, a ese estado de falsa hibernación
que aflora en la oscuridad. Hasta que aprendí a dominarlo.
Ahora desordeno personajes de mi vida.
Les fundo el plomo de los pies. Me bebo el zumo de sus frutas
azules. Les rompo el hielo en la cabeza. Y mientras les pinto su cara con
acuarelas, me como las castañas que a traición les voy metiendo en el fuego.
Vuelvo a la realidad, cocino sus egos y pellizco sus miedos.
Disfruto viendo cómo aprenden a tragarse las pastillas de tres en tres, con su
propia saliva, mientras ordeno a mi gato que se lleve su agua.
Es tan hermoso mojar pan en el desconcierto enemigo que me
permito diseñar las horas exactas de sus muertes. Mato de éxito y les devuelvo
su infancia a las cigüeñas. Y dejo de echarte de menos; para poder meterte de más.
Vídeo y letra originales de Oddey registrados en Safe Creative.
Cuando las historias desvanecen, es complicado
acomodar explicaciones; sobre todo porque nadie las espera.
No asumir, con cierta dignidad, que acariciamos ser
ya dos antiguos conocidos que simulan distracciones para evitar tener que
compartir incómodas vaguedades. Ni tampoco admitir que, probablemente, eso tú
ya lo hayas aceptado.
El plan era saldar a mano aquella carta que a veces
reclamabas. Y averiguar si así –al menos tú- eras capaz de sentir alivio.
Y es que llevo tiempo tomándome en serio tópicos de
los que antes renegaba.
Que duelen los propósitos; todo lo que no se llega a
hacer. Que también duele sospechar que se pueda vivir por imitación. O
especular con cómo pudiera haber sido, o con cómo pudiera ser.
Vivir en espiral genera memorias que -bien reales o
proyectadas- resultan angustiosas: las estaciones, las islas, las décadas, las
palabras inventadas…, asomarse a la ventana, protegerse en los portales…,
querer escuchar música y abandonar porque toda está significada; porque así lo
decidimos juntos incluso cuando bailábamos haciendo la cama.
Desconocía que hasta la fiebre -si fue compartida- puede
provocar sensaciones más allá del mero escalofrío.
El otro día tuve consciencia, por circunstancias que
no vienen al caso, de que quién confía en ti ya nunca podría hacerlo en mí.
Cuesta asimilar que eso sea algo tan justo como lógico. Pero sí...
Por eso intuyo que ya no hay nada que saldar; y que
en mi caso sobra la mayoría.
Porque aunque a veces haya intentado pensarme
inmóvil, todo ha seguido avanzando a un ritmo que ya no pesa; que ya no late.
Si en nuestras vidas representásemos porcentajes, ya
nunca tendría dos dígitos en la tuya. Hace demasiado que las circunstancias nos
obligan a restarnos, a contarnos sólo hacia atrás; y es algo contra lo que
nunca llegamos a protestar de manera oficial.
También para escribir es necesario sentirse con
derecho; sentirse autorizado. Pero tú sabes que yo llevo tiempo sin estarlo.
Y eso era todo…
Te deseo lo mejor.
Creación original registrada por @Oddey_ en Safe Creative.
El suicidio es una febril
espiral de locura maniatada que actúa como freno natural ante sus propias
pretensiones. Si nos robaran la eterna oportunidad de arrancarnos la vida,
rehusaríamos constantemente de nuestro imperecedero derecho a vivir. Si el suicidio
no existiera, tendríamos que inventarlo. Por pura supervivencia.
Esa misma reflexión se
hizo mientras que, con riguroso orden, desplegaba su liturgia autodestructiva.
Había conseguido incomunicar sus ansiedades. Todas menos una. Por eso hizo el
equipaje. No le inquietaba la muerte; pero sí que su rastro vital pudiera
dejarle en mal lugar.
Pero no era él mismo en
su garaje, uniendo con esmero -manguera mediante- el tubo de escape a la
ventanilla del copiloto, lo que hacía más seductora aquella escena; sino el
vacío: no había objetos. Ni tan siquiera estaba vestido. Sólo silencio adornado
con el alarmante rumiar de su aleatorio caminar descalzo.
Dominar con exactitud el
año, mes, día y hora de su fallecimiento; la más noble de sus acordadas
intenciones.
En el coche se rodeó de
los suyos: restos de comida de la última semana y hormigas. También una maleta
de la que goteaba hidróxido de sodio. Y el soporte de un trofeo con la
siguiente inscripción: no seré una persona normal pero… ¿lo fui en algún momento?
Creación original registrada por @Oddey_ en Safe Creative.
Su única meta era la de saber posicionar las miradas. Servirlas
en bandeja con gestos y desplantes; con calculada y medida elegancia. En el
fondo; el más puro vacío existencial.
Tenía claro que lo único importante era que nada raro se
notase. Mas al contrario; que siempre pareciera que no.
Un ser humano ladino e inconsistente; expuesto a cualquier
tipo de vaivén emocional.
Poner fin a una vida, quemar los colchones en los que
agonizaron sus últimos recuerdos activos de la infancia. Y mirar a la llama
llorando, sentado; sujetándose fuerte
las piernas.
Preguntándose cuántos minutos habría perdido escuchando
canciones que abusan sin sentido del concepto de “días grises”.
Creación original registrada por @Oddey_ en Safe Creative.