LITURGIA SUICIDA
(… o
cómo no causar una mala impresión)
El suicidio es una febril
espiral de locura maniatada que actúa como freno natural ante sus propias
pretensiones. Si nos robaran la eterna oportunidad de arrancarnos la vida,
rehusaríamos constantemente de nuestro imperecedero derecho a vivir. Si el suicidio
no existiera, tendríamos que inventarlo. Por pura supervivencia.
Esa misma reflexión se
hizo mientras que, con riguroso orden, desplegaba su liturgia autodestructiva.
Había conseguido incomunicar sus ansiedades. Todas menos una. Por eso hizo el
equipaje. No le inquietaba la muerte; pero sí que su rastro vital pudiera
dejarle en mal lugar.
Pero no era él mismo en
su garaje, uniendo con esmero -manguera mediante- el tubo de escape a la
ventanilla del copiloto, lo que hacía más seductora aquella escena; sino el
vacío: no había objetos. Ni tan siquiera estaba vestido. Sólo silencio adornado
con el alarmante rumiar de su aleatorio caminar descalzo.
Dominar con exactitud el
año, mes, día y hora de su fallecimiento; la más noble de sus acordadas
intenciones.
En el coche se rodeó de
los suyos: restos de comida de la última semana y hormigas. También una maleta
de la que goteaba hidróxido de sodio. Y el soporte de un trofeo con la
siguiente inscripción: no seré una persona normal pero… ¿lo fui en algún momento?
Creación original registrada por @Oddey_ en Safe Creative.
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